En esta oportunidad no me refiero a los casos extremos de aquellos que conducen sus autos pasando semáforos en rojo, o de los que corren picadas en zonas transitables, o manejan alcoholizados.
En esta oportunidad se trata de dos actitudes tan insólitas como lamentables, que obligan a un replanteo sobre los estudios psíquicos de quienes se trasladan sobre ruedas.
El primer caso es el del médico que conducía su auto acompañado de su esposa y, según explicaron con un tono frío, no se percataron de que habían atropellado a un joven limpiavidrios y mucho menos que lo venían arrastrando desde varias cuadras atrás.
Recién se enteraron cuando se detuvieron (¿por casualidad?) en una estación de servicio a cuatrocientos metros del incidente y fueron alertados por todos los que tristemente fueron testigos de la macabra escena.
El segundo caso es el de un automovilista estacionado sobre la izquierda y en doble fila. Un agente se acerca y le advierte la infracción pero al no recibir respuesta, comienza a labrar el acta de infracción. El conductor lo insulta, lo toma de la ropa y pone en marcha la camioneta, arrastrando al policía unos cincuenta metros, momento en que se detuvo al ser cruzado por otros dos vehículos.
Algo muy serio está ocurriendo en nuestra sociedad que se está volviendo tan violenta.
Y muchas veces, un pequeño altercado sirve como excusa para descargar la ira interior.
En esta oportunidad se trata de dos actitudes tan insólitas como lamentables, que obligan a un replanteo sobre los estudios psíquicos de quienes se trasladan sobre ruedas.
El primer caso es el del médico que conducía su auto acompañado de su esposa y, según explicaron con un tono frío, no se percataron de que habían atropellado a un joven limpiavidrios y mucho menos que lo venían arrastrando desde varias cuadras atrás.
Recién se enteraron cuando se detuvieron (¿por casualidad?) en una estación de servicio a cuatrocientos metros del incidente y fueron alertados por todos los que tristemente fueron testigos de la macabra escena.
El segundo caso es el de un automovilista estacionado sobre la izquierda y en doble fila. Un agente se acerca y le advierte la infracción pero al no recibir respuesta, comienza a labrar el acta de infracción. El conductor lo insulta, lo toma de la ropa y pone en marcha la camioneta, arrastrando al policía unos cincuenta metros, momento en que se detuvo al ser cruzado por otros dos vehículos.
Algo muy serio está ocurriendo en nuestra sociedad que se está volviendo tan violenta.
Y muchas veces, un pequeño altercado sirve como excusa para descargar la ira interior.
Me pregunto si estas personas podrán reconocer sus imágenes en los espejos, si podrán reconocerse al clavar sus miradas en el espejo retrovisor que los acompaña cada día.